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BENDICIÓN DE LA CASA HERMANDAD |
Los que ya peinamos canas y hemos vivido asiduamente desde jovencitos los acontecimientos importantes de la Corporación, pudimos, en la tarde de ayer, retrotraernos en el tiempo y revivir en el recuerdo aquella mañana de un domingo de la década de los setenta, cuando sustituimos aquella entrañable "salita" a espaldas de nuestra capilla Sacramental de San Román donde se escribieron tantas y tantas páginas de una incipiente cofradía que intentaba resurgir como el ave fénix de las dolorosas cenizas que causaron los desmanes de nuestra guerra civil.
Ayer dimos un nuevo paso, empaquetando y trasladando enseres y recuerdos recolectados en casi medio siglo bajo los techos de una calle Socorro que nos ha visto crecer y, donde hemos disfrutado, padecido y en definitiva vivido momentos que consiguieron dejar huellas en el corazón de todos los hermanos.
Todo olía a limpio, todo brillaba impoluto y mostraba las carencias de algunas dependencias desnudas que, con el paso del tiempo y dentro de unas posibilidades económicas que nos irá descubriendo el futuro, comenzarán a adquirir lustre para dar cobijo a todas las personas que nos quieren y nos admiran en una casa que pretendemos sea la de todos.
Quedó plasmado un acto sencillo pero a su vez elegante, en el semblante de los presentes se percibía rasgos de sorpresa y caras de satisfacción y orgullo. Los más jóvenes sopesaban las posibilidades que nos brindarán esas cuatro paredes y los más veteranos valoraban una diferencia de progreso a nuestro favor entre lo que disponíamos y de lo que disponemos.
Ya tenemos el joyero donde depositar la mejor de las alhajas que atesoramos y eso, sin ninguna duda, somos sus hermanos.
Ya tenemos dependencias para crear grandeza, ya tenemos salas de usos múltiples donde discutir y llegar a consensos, ya estamos al ladito de los dos que llenan de amor nuestro corazón.
Pero ahora hemos de aprender. Aprender a ser pacientes, aprender a ser dialogantes, aprender a ser humildes, aprender a respetarnos, en definitiva aprender a ser hermanos que será lo único que nos lleve a un crecimiento continuo potenciando los auténticos valores de la Hermandad.
Y lo primero que debiéramos aprender es a proyectar una imagen elegante en los actos institucionales a los que asistamos, mantener el respeto a través de nuestro silencio a las palabras que nos regalan las personalidades invitadas evitando, de esa manera, que se nos llame la atención en público. También tendríamos que anteponer la importancia de nuestra presencia en presentaciones y discursos como los de ayer, donde se denotaba una buena asistencia, a los ágapes y refrigerios donde se observó una asistencia excesivamente masiva.
Todos tenemos mucho que aprender tomando como referentes Corporaciones hermanas que ya han recorrido ese camino que ahora emprendemos nosotros y que con los aciertos aprendidos de nuestros errores cometidos conseguiremos seguir creciendo.
Tenemos techos, tenemos paredes, tenemos infraestructuras y tenemos ganas de crecer, ingredientes esenciales para seguir caminando, si además lo aderezamos con un poco de transigencia, predisposición y buena voluntad llegaremos a ser referentes entre las Hermandades de la ciudad.
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