domingo, 12 de abril de 2020

COMO EL AGUA ENTRE LOS DEDOS

Se nos ha escapado como sin darnos cuenta, como ese agua fresca y cristalina que se escurre entre los dedos al sacar la mano de un escondido manantial, al que después de un largo caminar, nos hemos acercado a saciar la sed.

Esta cuaresma, el tan ansiado tiempo que nos habría de trasladar a nuestra fiesta mayor, no ha conseguido llegar a saciar la sed acumulada en el transcurso de un año de espera y, que como colofón de la misma, desemboca con el estallido de la nueva vida, desde su génesis en el Domingo de Ramos hasta desembocar en el bendito cauce de la infinita alegría por la resurrección de nuestro Señor.

La ausencia de nuestras Cofradías realizando por las calles de nuestra ciudad sus Estaciones de Penitencias, nos han dejado en el alma el desconcierto del vacío de lo desconocido, un cúmulo de sensaciones jamás experimentadas por las generaciones contemporáneas y que jamás podremos olvidar.

Todos los cofrades hemos echado en falta esos momentos que, año tras año, nuevamente revivimos en una recoleta plaza en penumbra o en una esquina del barrio de nuestra infancia. En el aroma reverente exhalado de los plateados incensarios o de los hilos de humos etéreos de la cera de los cirios. En la sensación indescriptible de la primera "chicotá" si eres costalero, el frío nervioso de la boquilla de la corneta sobre los labios en la salida de tu Cofradía si eres músico o la sensación del abrazo sobre la frente de nuestro capirote, en esa primera puesta recién salido de tu casa. 

Esos instantes han podido desaparecer algunos años ya que las inclemencias meteorológicas no nos han sido factibles. Son momentos con los que en el alma de un cofrade ya contamos.

Pero en esta ocasión, las circunstancias nos han robado sentimientos, nos han sisado instantes insustituibles para los que no estábamos preparados y que han herido nuestros corazones con una saña tal que, va a tener que pasar mucho tiempo, para que consigamos poder asumirlo en nuestras mentes.

Nos han quitado el olor que deja entre las manos de madres o esposas el deslizar de la plancha mientras elimina esas arrugas que se fueron tejiendo, entre primaveras, en la pálida piel de nuestras túnicas. 

Nos han saqueado el efímero altar donde se rinde homenaje a esos hábitos que, pendiendo inmóviles de barras de cortinas, marcan la espera del gran día. 

Se han llevado de un tajo esas miles de consultas de partes meteorológicos con ansias de vernos favorecidos con una tibia noche vencida por los rayos de sol de la mejor de las mañanas. 

Nos han esquilmados nuestros cultos más solemnes, y con ellos, el ancestral rito de renovar nuestra fe al besar nuestras Sagradas Reglas o la sublime emoción de depositarlo en la bendita mano de nuestro Titular. 

Nos han despojado de la incomparable mañana de un Jueves Santo, donde volver a reconocer las caras orgullosas de esos hermanos, tantas y tantas veces reconocidos, los brindis entre abrazos de mediodía en tabernas cercanas y el retorno hacia nuestras casas con la inquietud de estómagos donde, los vuelos de esas mariposas del ansia, nos eliminan el hambre. 

Nos han desposeído del gozo nervioso del paseillo, por el camino más corto, de unas capas al viento diligentes, con prisas de llegar ante su presencia, después de recibir el beso de un familiar, que debido a su carga de primaveras o su diezmada salud, ha sido dispensado de participar en el cortejo.

Para todo eso y algunas cosas más, no estábamos preparados.

Lo importante en estos días es la eliminación de esta maldita pandemia de las calles de nuestra nación, la recuperación de las personas enfermas y la disminución de más muertes innecesarias por las que le pedimos al Señor y a su Stma. Madre sean misericordiosos.

Pero aunque el ataque a nuestra fe, a nuestra raíces y a nuestras creencias no sea lo que marque la importancia en estos momentos, ha sido brutal por lo inesperado y que por inesperado duele, y de ese dolor nacerá la esperanza necesaria para emprender la larga espera que, de nuevo, nos llevará a las puertas de una nueva cuaresma.

Hasta entonces tenemos mucho que recorrer.



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