
Ha sido día de debutantes, parecidas a las que en el coso baratillero arrancan el paseillo con la montera en la mano. Por primera vez, una pregonera, un nuevo Presidente del Consejo de Cofradías, y una retransmisión ofrecida por la nueva cadena local, casi todo de primer estreno. Bueno...casi todo, menos los ocupantes del aforo del teatro maestrante que, año tras año, ocupan su sitio entre las butacas y, que más parece que en vez de portar las entradas debidamente numeradas, las llevan expresamente nominativas, con una semejanza, cada vez mayor, a la propiciada por la renovación del abono para las silla de la Campana o de los palcos de la Plaza de San Francisco.
La puesta en escena, como siempre impecable, en sincronía con los cánones que dicta el protocolo de un acontecimiento abrazado por la ciudad como algo suyo, inherente a sus formas, o como solemos decir, con el respeto a nuestras sevillanas maneras.
Una presentación por parte del Concejal de Fiestas Mayores, en el que nos regaló con la semblanza de un recuerdo emocionado para un pregonero de alto nivel que nos abandonó hace pocas fechas y a la que el mundo de las cofradías guarda en su recuerdo más íntimo.
Las intervenciones de la Banda Municipal, a algunos nos sigue gustando nombrarla de esta manera, que puso la banda sonora del evento, dando la venia a la palabra de la pregonera con la interpretación de la centenaria, en este mismo año, marcha Amarguras.
A su finalización, se posicionó en el atril del Maestranza Charo Padilla, solicitando el permiso a la ciudad con una venia sentida y llena de orgullo por el honor que le había sido concedido, y tras los insoslayables saludos a las personalidades y público, dió comienzo a su pregón.
Una disertación que narraba lo sentido y lo vivido como sevillana y como comunicadora con una cadencia de tres decenios vividos a pié de calle. No podía obviar su deformación profesional de notaria fidedigna de nuestra cuaresma y de la Semana Grande, y aunque la emoción de los primeros momentos la hizo incurrir en algunos errores léxicos, estos, fueron diluidos con su capacidad comunicativa y con las tablas que atesora ante un micrófono y ante un público.
Con su prosa, base esencial del pregón, nos dió un paseo por los pasajes de su vida a través de la semana mayor, abriendo de par en par sus vivencias familiares y laborales, sin retórica ni adornos excesivos, y con una exposición de sentimientos a flor de piel que consiguieron arrancar el aplauso del auditorio en once ocasiones, siendo la última de ellas, a su finalización, acreedoras del beneplácito y la aquiescencia de la Sevilla cofrade por su oratoria, que si bien, no será uno de los pregones que queden en el recuerdo permanente, si podrá mantenerse en ese grupo de pregones acogidos con un cariño especial.
En honor a la verdad, se ha visto un tanto excesivo el basar en su hermandad, la Macarena, tantos pasajes del pregón, cosa lógica por su parte, pero que en un acontecimiento en el que todos los cofrades nos gusta vernos identificados, ha abusado en abundancia de arco y atrio para dejar en el olvido miles de momentos que seguramente hubiese podido aprovechar.
En definitiva, un pregón de pasajes de su vida, con una prosa asequible esquivando el verso fácil y que ha conseguido llegar a la gente de la calle, a la bulla y al pueblo llano. Un pregón sin pretensiones rebuscadas y con una puesta en escena de profesional de la información con muchas horas de calle maridadas con vivencias en primera persona.
Esperemos que ya que hemos conseguido realizar lo que esta sociedad actual tanto demanda, enardeciendo la búsqueda de la paridad de género, y que tanto ha sido alabado en tiempo de cuaresma, no sea norma para la elección de futuros oradores del atril más soñado y que los elegidos para presidirlo, ya sean mujeres u hombres, obtengan su designación por su valía literaria y su capacidad comunicativa y no con la intención de nivelar el número de pregoneros según su género.
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