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EL INFORTUNIO DE LA PALABRA |
En la noche de ayer, los hermanos y devotos de nuestra Corporación, tuvimos la posibilidad de asistir al trigésimo cuarto Pregón de la Hermandad de Los Gitanos.
La tarde tenía el aura y la expectación de los grandes eventos que se celebran en el coso maestrante. Un entorno inconmensurable el de nuestro Santuario, revestido con el prodigioso trabajo realizado por el equipo de priostía con el montaje de su altar presto para el próximo Quinario. Una banda de la localidad aljarafeña de Olivares para deleitar con todas sus interpretaciones. El estreno de una nueva composición musical, "Madrugá de Angustias", acogida con una entusiasta ovación, tras ser interpretada por la banda de Las Nieves. La noche estaba apacible y con una temperatura ideal para desplazarse hasta nuestro Santuario. Fotógrafos varios, todos con cámara en ristre, plasmando el momento, videos para la posteridad con su futura inclusión en redes sociales. En definitiva no faltaba un alfiler.
Tan solo faltó ese Romero o ese Morante al que todos esperábamos con expectación. En estos momentos, y transcurridas las horas, aún seguimos esperando la llegada de un pregonero ante el atril, que en la noche de ayer, perdió parte del brillo atesorado por los antecesores que tuvieron el honor de pregonar a nuestra Hermandad y desde el que hemos podido disfrutar de avezados literatos, gente con dominio de los tempos de nuestra Corporación, personajes con la facilidad de una prosa fluida, oradores con un excelso dominio de la medida en el verso, e incluso, pregoneros que han tamizado su falta de cualidades para estos menesteres, con un gracejo y un pellizco especial, que nuestra Hermandad siempre ha sabido valorar y agradecer, llenando de arte las naves del Santuario.
Ayer no tuvimos la posibilidad de advertir nada de esto. El pregón dió comienzo con el desaforado alarido del presentador, intentando plasmar una entrada por sevillanas con la que se nos vino a la mente qué se le pasaría al propio Enrique Casellas por sus adentros, y que momentos más tarde, se hacía el protagonista del acto, con el anecdotario de su propia vida cofrade, sin tener en cuenta que el auténtico primer espada del acontecimiento debería haber sido el pregonero.
Más tarde, dió comienzo la disertación de Antonio Viola. En principio era lógico su estado nervioso con continuos parones y errores en la lectura, reiterándose en los buches que asestaba a un jarrillo de lata, pero como presunto maestro de ceremonias, el público lo seguía esperando en vano.
Un pregón sin estructura, sin sincronía, sin pellizo alguno, abusando de pasajes costaleros de alguien que solo ha salido bajo el palio de nuestra Virgen en una ocasión, obviando al resto de las áreas de una Hermandad de la que no dijo nada, un aprosa desafortunada y deslavazada que solo arrancaba aplausos de compromiso protagonizado por familiares y amigos, aumentando un halo de desidia que empezó a hacer estragos en los oyentes más neutrales.
Para darle color al acto, se intentó hacer un guiño a la innovación. Esta la intentó, y decimos la intentó, ya que no la consiguió en ningún momento, con un guitarrista que arrancaba sus notas a través de la megafonía llenándola de distorsiones y de sonidos fuera de lugar ante los sorprendidos rostros de los asistentes.
Las diferentes intervenciones de la banda de las Nieves de Olivares eran lo único que conseguía recoger nuevamente dispersión y la indiferencia del público devolviéndolos al acto, aunque seguramente hubiesen deseado la continuidad de las magníficas intervenciones musicales de la banda a la continuidad de la soporífera oratoria.
Un punto y aparte tendremos que adoptar en el terreno de los versos. Es evidente que no todo el mundo puede ensalzar la poesía como José María Rubio o Rafa Serna (Q.e.p.d.), pero para los oídos sensibles, es mejor no tener que soportar versos arrítmicos, sin gracia alguna y mal estructurados que el intento baldío por conseguir un sucedáneo de poeta.
El pregonero no llegó a conectar con el auditorio en ningún momento, incumpliendo con infortunio las expectativas que sobrevolaban todos los rincones de nuestro Santuario en los momentos previos al acto. Como redactor deportivo o como responsable de comunicaciones de un club deportivo, posiblemente, será un portento, pero como pregonero de la Hermandad de los Gitanos, ha conseguido bajar el nivel que otros muchos consiguieron en las treinta y tres ediciones que lo han precedido.
Hemos vertido opiniones muy favorables de gran número de acciones, que durante su primer año, nuestra Junta de Gobierno han ido tomando. La excelente labor del equipo de priostía, el celo excepcional de la mayordomía en el control económico, la asistencia a todos los acontecimientos para los que han sido requeridos los responsables de la bolsa de caridad, pero, para la decisión tomada en la nominación del pregonero, al que en el día de ayer todos padecimos, ha sido un paso atrás.
Innovaciones sí, vodeviles escasos de argumento, ritmo y elegancia, mejor que nó, ese no es el camino de la seriedad y la idiosincrasia de nuestro Pregón.
De todas maneras, hasta el mejor escribano echa un borrón. Esperemos que tomen buena nota y para próximas ediciones, el celo en la elección, se base en literatos contrastados o personas que dominen los sentimientos de la Hermandad llegando a los corazones asistentes, haciéndonos revivir momentos del pasado con las semblanzas de nuestra Hermandad y no el vacío relato de la vida de una varita o de un costal sin arrugas.
Esperamos de todo corazón, que el catering con el que se cerró el acto, elevase el nivel del mismo y que ya que no fué posible regresar a nuestras casas con las almas y los espíritus saciados, al menos, se pudiese conseguir que los estómagos asistentes tuviesen un regreso altamente saciados y satisfechos.
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