domingo, 24 de febrero de 2019

EL HARTAZGO DE LOS PODEROSOS

NAZARENOS DE A PIE
Estas pasadas fechas, los hermanos del Gran Poder en su última hoja informativa, y el resto de los cofrades a través de los medios de comunicación, hemos sido partícipes de los sentimientos de D. Félix Ríos Villegas, hermano Mayor de la cofradía de San Lorenzo con su "hartazgo sobre el asunto de la madrugá".
No vamos a ser nosotros, desde las páginas de este blog, los que le vayamos a llevar la contraria, Dios nos libre. La realidad es que todos estamos un poco saturados, año tras años, de la misma cantinela, de las buenas voluntades de los dirigentes cofradieros reuniéndose periódicamente en el Consejo, y de las promesas de plena seguridad, de que el año siguiente, estos asuntos, quedarán zanjados con el beneplácito de todos.

Cuaresma tras cuaresma, si tuviésemos la precaución de guardar los recortes periodísticos de años anteriores, podríamos solaparlos unos con otros y no nos causaría sorpresa alguna el que siempre hablen de lo mismo con los mismos argumentos peregrinos, la ínfima diferencia existencial solo se hace palpable en los papelones de "pescaito" frito a la finalización  de las reuniones, ya que seguro que ese, siempre será de temporada, fresco y del agrado de todos.
Los apoyos para la solución de los problemas son inútiles, ya que todos los componentes de esta casta, ostentan el derecho de mandar, pero ninguno, la obligación de decidir, y mientras tanto, seguimos con las mismas desafortunadas situaciones propiciadas por los mismos apellidos de siempre que son los que se abrazan a los tres poderes que dirigen la fiesta.
La composición de los mencionados poderes los podríamos clasificar en tres grandes grupos: el poder eclesiástico, el poder civil y el poder mercantil. Todos ellos tienen un aglutinante que siempre los mantiene unidos, como el cemento a los ladrillos, y que son los poderes fácticos de la ciudad, que cohabitan con cada uno de ellos.
Las entrañas de cada uno de estos grandes grupos, podremos diseccionarlas en diferentes subgrupos de una vital importancia.
En el poder eclesiástico conviven dos importantes estamentos que estarían compuestos por la Archidiócesis y las Órdenes Religiosas.
En el poder civil, el propio Ayuntamiento a nivel político y el CECOP a nivel orientativo y subliminalmente ejecutivo.
Y el poder mercantil, en el que se subdividen un mayor número de nichos de poder donde estarían incluídos los clubs sociales de élite, patrocinadores de gran parte de los actos vinculados a la Semana Santa, la industria auxiliar, la industria turística, los medios de comunicación y la burguesía cofradiera.
Esta burguesía cofradiera se nutre de hombres preferentemente, que quieren proyectar en un plano simbólico lo que en sus vidas reales no han sido capaces de conseguir. Buenos profesionales en sus campos, y que a la postre, tan sólo han
podido lograr el reconocimiento social a través de las Cofradías o de sus núcleos de poder, dándole un valor añadido a la frase "El poder es mucho más gratificante que el dinero".
Con estos parámetros, el Consejo carece de toda utilidad, provocadas por el gran número de revocaciones recibidas a cada idea que presentan a las Hermandades, o con los argumentos que se intentan hacer prevalecer en aras de la obediencia a nuestras Reglas o la tradición de la ciudad. Dado lo cual, los poderes fácticos ejercen una presión desmesurada para ejercer un control de las decisiones emanadas del Consejo, pero también, estos grupos de presión, son conscientes que no pueden controlar a las 60 Hermandades de la nómina, con lo que su cuota de poder se vería severamente mermadas, siendo conscientes que quien ostente el mando de la fiesta de nuestra Semana Mayor controla un amplio porcentaje de las áreas sociológicas de muchas de las parcelas de nuestra ciudad durante el año.
Por lo tanto, podríamos llegar a la conclusión que el Consejo fue una invención creada por las Hermandades, a través de la Autoridad Eclesiástica, para liberar la presión mediática de cuatro conceptos reseñables:
1º Parte de la financiación de las Hermandades.
2º Ordenación de seguridad ciudadana.
3º Minimizar las inquietudes del poder mercantil.
4º Evitar al poder religioso la impopular decisión de la organización de la fiesta.
La cruda realidad es que en el fondo, no se trata de una cuestión de logística, ni de seguridad, ni de sentimientos religiosos. Al final, la tendencia se decanta a parcelas de ansias de poder y de áreas puramente económicas.
Estos parámetros nos deberían conducir a responder una serie de cuestiones:
¿Quién controla la producción de la fiesta?. ¿Quién controla los suculentos servicios que esta presta?. ¿Quién controla que nuestro Consejo no sea el resultado de estar al servicio de los poderes fácticos de nuestra ciudad?.
Con todo ello, podemos intuir que el Ayuntamiento ni tiene ni quiere asumir competencias poco populares, este participa de las reuniones pero, la colaboración y asesoría las hace el invento de los últimos años denominado CECOP, con lo que políticamente siempre quedan eximidos.
El poder eclesiástico no quiere entrometerse, salvo a nivel pastoral, decantándose la mayor parte de las veces hacia las personas con auténtico poder de mando. Eso queda demostrado cuando en una parcela tan delicada y con continuas discrepancias y desavenencias, rara vez se producen dimisiones o destituciones, con lo que sin una reglamentación rigurosa y precisa de la fiesta, podemos advertir que todos tienen competencias de poder pero ninguno es responsable real en la toma de decisiones.
A ese hartazgo que sufre el máximo mandatario del Gran Poder y, que incuestionablemente, puede ser veraz a todas luces, cabría preguntarse lo siguiente:
¿A quién le correspondería acometer el problema suscitado por un Cabildo General que decidiese no salir a hacer Estación de Penitencia, por desacuerdos con las decisiones que se pudiesen tomar respecto a su Corporación?. ¿Y si la Hermandad que tomase esta decisión fuera de las popularmente llamadas muy importantes?. ¿Y si una jornada completa, caso del martes santo, decidiese no salir?. 
Es evidente que el modelo actual de la Semana Santa está directamente proporcionado a los beneplácitos que favorezcan a esas fuerzas fácticas de la ciudad y a la propia ciudad en su conjunto.
Sería mejor que nuestro mayor hartazgo fuese el de oír siempre los mismos nombres y apellidos, aguantar las mismas promesas de las mismas bocas de siempre y el recalcitrante culto a un postureo recurrente que es la nueva doctrina de la fiesta y que nos aleja de la esencia espiritual que en ella debiera prevalecer implícita.
Y sería importante también comprender que las Hermandades con menos poder social sufrimos bastante más todas las decisiones tomadas por las élites y tenemos menos capacidad de hartazgos, porque ya nos encontramos hartos desde hace muchísimo tiempo.



1 comentario:

  1. Pasa igual que en la hermandad que estamos hartos de que nos gobiernen los mismos apellidos, ¿para cuando el cambio de reglas y dejar el racismo atrás?

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