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UN COSTALERO ES...... |
Un hermano de nuestra Hermandad, en una ocasión, me contó un antiguo relato. Se trataba una vieja historia de arpilleras y espartos con tintes en sepia y que le había sido narrado por un costalero tan flamenco como buen peón que aprendió su parvulario de faja y costal entre rudos hombres del muelle, cigarros negros sin boquilla, aguardiente peleón y pantalones parcheados, con tantas arrugas, como las esculpidas en los curtidos y envejecidos rostros de aquellos anónimos trabajadores que prestaban sus fuerzas a nuestros pasos de Cristos y palios del pasado.
Este gitano joven, con no más de 16 primaveras pero, avezado de sabiduría popular, la experiencia de las tantas necesidades de aquellas épocas y las enseñanzas que iba aprobando cada día en la universidad de la calle, soñaba con la posibilidad de ser igualado en una de las cuadrillas de costaleros que trabajaban todas y cada una de las jornadas de aquellas Semanas Santas en blanco y negro.
Su fe y su amor por el mundo de las trabajaderas lo hacían ansiar el sueño de ese día en el que la cara impasible y la voz seria de un viejo capataz nombrase su apellido o su apodo y lo igualase entre aquellos curtidos hombres que él tenía como auténticos ídolos.
Y como todo llega en la vida, sobre todo si lo deseas con devoción, cuando menos lo esperaba le llegó su oportunidad y fue igualado.
Su corazón no le cabía en el pecho, el orgullo le chorreaba como el torrente de un cristalino manantial y en su mente solo una fijación, llegar a su hogar trianero y darle la buena noticia a lo que más quería en este mundo, su madre.
Cuando llegó a su casa, situada en un viejo corral donde se compartían entre vecinos las alegrías y los malos momentos, abrió la puerta de su partidito y se encontró frente a la figura de su madre.
La gitana, con aires de poder superar todos los codazos que te asesta la vida, con un delantal blanco y limpio como el paño de un altar y de semblante amable, cabellos negros recogidos en un moño bajo y cara lavada en la que se reflejaba toda la belleza que el tiempo, el trabajo y los sufrimientos fueron capaces de respetar.
- Hijo...¿qué te pasa?, ¿a qué tantas prisas?
- Madre, he estado de nuevo en la "igualá" del paso y esta vez me han cogido, vengo de la iglesia que no me lo creo. ¡¡¡Madre...ya soy costalero!!!
La flamenca endulzó el gesto como solo una madre sabe hacerlo, pudiendo llegar a calibrar la ilusión de un hijo, lo abrazó en un primer momento y lo besó en la frente, lo separó de su pecho y, mirándolo a los ojos, le dio la primera lección de peón del costal, esa clase magistral que jamás se le olvidaría a aquel niño que, tantos y tantos años, fue bajo los pasos dándolo todo y siendo el orgullo de sus capataces y sus compañeros.
La madre le dijo:
- "Miarma, que esto que te voy a decir no se te olvide nunca, porque la vida es muy larga y seguro que desgraciadamente tendrás tiempo de entenderlo algún día....¡UN COSTALERO ES UNA MIERDA Y DOS COSTALEROS SON DOS MIERDAS!, que no se te olvide nunca y que ojalá que no tengas que padecerlo en tus propias carnes".
Quizás no fuese la madre de Alberto Gallardo la que le diese a su hijo esa lección de sabiduría popular, o quizás sí, pero seguro que fuese la madre del costalero que fuese, ya adivinaba tiempo atrás que, en el mundo del costal, solo disfrutaremos de la valía del momento, solo se nos juzgará por la "revirá" que en ese instante estemos dando o por el sacrificio de ese minuto en particular, que una vez pasado, solo será eso......EL PASADO.
Hemos de aprender con esta historia como moraleja de la misma, que si quieres ser el mejor costalero o el mejor capataz, has de ser amigo de los que mandan y deciden, o en su caso, acoplarte sin censuras a la camarilla que marcan los tiempos y las formas del propio colectivo, de no ser así, aunque tu sentido de la honradez te parta la espalda bajo el palo con la fe de tu esfuerzo, aunque tu lealtad nunca se someta a los caprichos del poder, solamente te verás avocado al ostracismo, y lo único que llegarás a poder conseguir dentro del colectivo será simplemente eso.... PASADO.
Agradecerte Alberto que has sabido mantenerte siempre discreto, amable y responsable, y sobre todo, que no te has doblegado a las argucias de un poder establecido que te estaba esperando en la seguridad que tu dignidad tenía precio.
Ya solo nos quedará comprobar, a través de ese poderoso juez que es el tiempo, si los costaleros de tu palio que te besaban, alababan y hacían religión del apellido Gallardo, tendrán su papel estelar como el apóstol traidor, para quedar catalogados en el grupo que expresó, tiempo atrás, aquella sabia madre gitana. O tal vez nó.
Nunca es bueno agitar y máxime siendo todos hermanos en el Señor y su Madre bendita.
ResponderEliminarComo tu bien has dicho los costaleros y capataces con honradez son solo El Pasado , por culpa de los amiguismos y enchufismos. Todo se verá y se daran cuenta de como se han cargado nuestro palio, por que como lo llevaba y hablaba Alberto Gallardo (padre e hijo) no lo van a llevar en la vida
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