Un hermano de esa plaza de San Román de tintes en sepia. De mudanza nocturnas de enseres amparados por los limoneros de Las Dueñas. De tinto peleón y avellanas en los viejos mostradores de Casa Remesal o el Uno. De pavías con sabor a gloria envueltas en estraza que elevaban sus aromas de media tarde hasta la veleta de la iglesia más gitana. De muchas Campanas de sillas recogidas, suelos regados y almas blancas y moradas anhelantes de respeto. De saetas sublimes por calle Cuna, de necesidades de Hermandad y de cabildos nocturnos en una pequeña salita tras un altar flanqueado a su entrada por los Titulares de sus entrañas.
Un hermano sencillo con aspecto sencillo. Una persona criada a la sombra de sus credos y educada en el seno de una familia creyente. Un hijo que desde niño aprendió el parvulario gitano y el amor a unas imágenes de las manos de su padre, que desde una humilde priostía necesitada de "urdeles", les enseñó a él y a sus dos hermanos a transformar con esperanza los tiempos de miserias en la procesión con el compás más esperado por la ciudad.
Benito fue el perfecto maestro de ceremonias de de los más jóvenes de la época, enseñándonos con sus simples maneras a descubrir las excelencias de los sentimientos que llevábamos dentro, y que por motivos de juventud, estaban comenzado a otorgar robustez a los troncos del cariño de los que él se preocupaba que siempre crecieran rectos.
Apostó por adolecentes llenos de ímpetu y escasos de experiencia para ser los celadores de nuestras filas de capas blancas y morados elegantes, inculcándonos el respeto y el "capote" que habríamos de demostrar en la noche más mágica donde afloran los sentimientos, pero siempre manteniendo la elegante compostura de ese procesionar de cirios que abren paso a los sentimientos más íntimos.
Él, por pura deformación profesional distribuyendo pilas alcalinas por toda la ciudad, seguía poniendo las "pilas" a los hermanos de la Corporación para que no se desfalleciera en el trabajo, en el esfuerzo y en el amor incondicional a los dos que dirigían los destinos de su vida.
Hoy se nos ha marchado feliz, porque en su discurrir por la vida siempre procuró regalar trozos de felicidad a los que lo rodeaban. Hoy verá el rostro real de los amores de su existencia. Hoy, sin cirios que lo antecedan llegará al palquillo de los cielos a la hora exacta, sin retrasos, como el mejor de los Diputados Mayores donde pidiendo la venia solicitará con su potente y orgullosa voz diciendo:
"Soy Benito Lobato Flores, hermano de Los Gitanos de la ciudad de María Santísima que solicita al portero de los Cielos la venia para poder hacer Estación de Penitencia por esta Carrera Oficial para postrarme a las plantas de la fe de mis mayores aprendida en una plaza sevillana con tintes añejos y tonos en sepia y dejada en herencia en las manos de mis hijos y nietos".
El delegado de día del palquillo celestial solo podrá ofrecer una respuesta escueta y contundente:
"Hermano Benito, te doy la venia y que disfrutes de tu eterna Estación de Penitencia en la eterna Madrugá de los Tiempos".
Descasa en paz maestro.
Descansa en paz Benito , tu que tienes la Catedra del Palermo , horarios y vicisitudes de las Madrugadas mas austeras y sencilla de nuestra ultima historia escrita . Ya no necesitaras correr para volver a casa , porque tu casa ya esta en " El " y en lindos ojos de su Divina Madre. Contigo entonces y contigo siempre MAESTRO .
ResponderEliminarDescansa en paz hermano Benito.
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