Una vez llegado al puente de la Hispanidad para todos los españoles, del Pilar para los cristianos y especialmente de la Patrona de Capataces y Costaleros para los cofrades sevillanos, seguimos inmersos en esta detestable plaga del llamado Covid-19 que ha conseguido ralentizar la vida económica y social de una Sevilla que nos presenta la imagen de encontrarse ensimismada en un letargo insistente, con una ansiosa necesidad de vida o del ansia de la resurrección de esa eterna alegría arraigada a nuestra forma de vivir nuestro día a día.
Las sevillanas maneras de concebir nuestras actuaciones cotidianas parece que se han confinado escondiéndose a la sombra de nuestros miedos y desidias, proyectando la imagen de una ciudad sin ilusiones ni expectativas, reservada a los acontecimientos que políticos y autoridades sanitarias nos demanden.
En el mundo de las cofradías ocurre algo similar. Las Corporaciones hispalenses siguen trabajando supeditadas a los indefinidos ingresos económicos que han podido ir pertrechando y en la preocupación de unas expectativas futuras que insuflen el aliento moral, social y pecuniario para poder seguir cumpliendo con sus deberes, sobre todo en la ayuda a los más desfavorecidos en unos momentos tan precarios que a todos nos ha tocado vivir.
Ha pasado más de año y medio desde que nuestras Corporaciones realizaron su última Estación de Penitencia. Más de año y medio con muchas asignaturas pendientes que se iban a acometer en el otoño de 2019. Asignaturas como arreglos de horarios e itinerarios, seguridad de la carrera oficial, unificación de criterios para que ninguna de nuestras Hermandades se sintiese maltratada con agravios comparativos y algunas cosas más.
Pues parece que de momento nada de nada. O los dirigentes gubernamentales, religiosos y cofrades de nuestra ciudad han sido atacados por el "bicho" y les ha producido una confinación crónica -Dios no lo quiera-, o van a seguir actuando, como es su costumbre, posponiendo todas esas hipotéticas soluciones para la cuaresma del año en el que veamos la luz al final del túnel y, como de costumbre, no dispondrán del suficiente tiempo.
Nuestro ínclito Consejo de Cofradías, aparentemente solo ha tomado tres decisiones importantes: El pregonero será el mismo que se había sido designado, el cartel exactamente igual y sobre todo, la exposición del llanto público, como auténticas plañideras, de la devolución de un 85 % aproximadamente que han tenido que realizar de los importes de las sillas y palcos de la carrera oficial, dejando únicamente en las arcas de la susodicha institución medio millón de euros.
Y mi pregunta es ¿para qué necesitan un montante de casi 85 millones de las antiguas pesetas?.
Visto lo visto, y con los poquísimos resultados presentados desde hace más de 18 meses, no vemos la necesidad de precisar de un montante de tal cuantía. Lo único que se nos ocurre es que tras reuniones, desplazamientos y comidas con los gerifaltes de otros Consejos de Cofradías andaluces para discutir inventos de innecesarias reformas de la Semana Mayor que no gustan a nadie, y seguramente, la adquisición de unos "carísimos archivadores y estanterías" donde seguir aparcando todo lo pendiente por resolver en su propia casa, e inventando soluciones para las posibles deficiencias de las casas de los demás.
Es evidente que los sufridores que pagan las sillas y palcos año tras año, y cada que uno de ellos conlleva más y más incomodidades, estrecheces e inseguridades, no iban a realizar un desembolso cada vez más importante para regalárselo a una Institución que cada vez da más indicios de que podría ser prácticamente prescindible por su falta de eficiencia.
Las Hermandades, con sus lógicas dificultades, no solo van tirando, sino que además, si hojeamos la prensa cofrade, casi a diario podremos comprobar que además de sus loables esfuerzos con sus bolsas asistenciales, no dejan de realizar nuevas sayas, mantos, pasos, casas, reformas y mil cosas más, las cuales, denotan que siguen aportando trabajos a los artesanos sacros colaborando con el mantenimiento de esta industria y que con ideas novedosas siguen teniendo la capacidad de su mantenimiento económico sin la necesidad de depender de las subvenciones del Consejo.
Cuando lleguemos a la pre-cuaresma tan deseada pospandemia, seguramente seguiremos sin resolver los problemas domésticos. Se habrán intentado, tras diferentes reuniones, aportar soluciones a los problemas comunitarios de las diferentes Semanas Santas andaluzas y, por supuesto, se habrá dado buena cuenta de los 85 millones de pesetas que el buen corazón de algunos abonados de las sillas y palcos han donado a las arcas de la calle San Gregorio.
No paramos de querer cambiar la Semana Santa, nuestra Semana Santa de siempre, pero los verdaderos "toros" que hay que coger por los cuernos los colocaremos una vez más en el mueble archivador de los recuerdos. En fin, nada nuevo.
Dejémonos de imposturas intentando realizar actos cofrades en 2021, año que se prevé que volverá a pasar en blanco y vamos a darle soluciones a todo lo que arrastramos como si fueran las cadenas de un fantasma que sigue deambulando por las dependencias de la calle San Gregorio.
Desgraciadamente ahora no podremos escudarnos en la falta de tiempo. El tiempo es lo único que nos sobra.
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