lunes, 19 de abril de 2021

EL REGALO DE UNA SIMPLE SONRISA

Ya saltó la noticia que el mundo cofrade sevillano estaba esperando y que no es otra que el relevo en la silla de la Diócesis de San Isidoro, recayendo dicha elección con la designación del Santo Padre en Monseñor José Ángel Saiz Meneses.

El nuevo pastor natural Sisante y de 65 años de edad, ha desempeñado su labor en las comunidades catalana, de Castilla-La Mancha y de Castilla-León donde ha sido el máximo responsable de una gran cantidad de áreas pastorales, estando siempre muy directamente vinculado al mundo de los jóvenes en el plano de la formación a través de la enseñanza universitaria y seminarista.

Desde estas líneas queremos expresarle nuestra más sincera enhorabuena por el referido nombramiento y desearle un feliz apostolado en una Diócesis tan singular como la sevillana en la que estamos seguros se sentirá valorado y querido a poco que se integre en las entrañas de esta bendita ciudad.

Con el tiempo iremos percibiendo y adaptándonos a las directrices del nuevo apostolado y podremos empezar a vislumbrar los criterios que se vayan marcando en este nuevo ciclo para poder emitir una opinión de la que estamos seguros siempre será por y para bien de nuestra Diócesis.

Con el nuevo ingreso del recién designado pastor se hará efectivo el relevo de Monseñor Asenjo Pelegrina al que deseamos en este nuevo episodio que va a acometer en su vida que disfrute de tan buen viaje como con la tranquilidad con que a los cofrades sevillanos nos ha dejado.

Seguramente esta no es una postura políticamente correcta, podríamos calificarla de incluso osada teniendo la posibilidad de evitar su exposición pública a través de esta publicación, es más, hemos tenido la oportunidad de actuar a favor de corriente como ese prolífico grupo de palmeros de corbatas de nudo ancho y de blancos alzacuellos que le hacen extensivas su multitud de congratulaciones y alabanzas en el plano público para minutos más tarde, ante una cerveza fresquita y un trozo de cazón adobado, escondidos en la intimidad de lo privado desaprueban la distancia con la que siempre ha actuado y el doble rasero con el que en algunos momentos nos hemos sentido tratados en el transcurso de los años.

No entró con buen pie, eso es indudable, quizás no le acompañó la suerte de su propio destino teniendo que sustituir al Cardenal Amigo Vallejo que tanta afinidad y comprensión había conseguido demostrar en su pastoral, manteniendo vivo su recuerdo en los rincones y en las almas de esta ciudad. 

No traía bajo el brazo un currículo especialmente positivo cosechado desde su experiencia cofrade en la ciudad de la Mezquita, donde tan solo faltó que hiciesen fiesta de guardar la fecha en que lo embarcaron Guadalquivir abajo, y para colmo, a una ciudad como Sevilla, sumamente enamorada de su anecdotario, una de sus primeras intervenciones recordadas fue la falta de tacto demostrado al hacer recoger a un integrante de su séquito el obsequio de un cofrade ofrecido mediante una estampa donde se reflejaba la imagen de su devoción.

Estamos convencidos que las diferentes actuaciones administrativas y económicas de la archidiócesis habrán sido todo un éxito digno de alabar, pero esa afinidad social, esos lazos afectivos con los fieles de su rebaño y esa proyección de cariño hacia las cosas que nos duelen, esas que las gentes de esta ciudad amamos y valoramos han brillado en muchísimas ocasiones por su ausencia.

La reiteración de su presencia en celebraciones sociales y religiosas de las Hermandades consideradas de alto perfil han contrastado con una infinidad de ocasiones en la que ha practicado una repetitiva interinidad con su falta de comparecencia, delegando en uno de sus tantos subalternos, cuando los ilusionados responsables eran Corporaciones de un perfil más humilde, pero que a su nivel aman, trabajan y subsisten con las mismas necesidades pastorales que las que han sido bendecidas, año tras año, con su presencia.

No hay rencor. El pueblo sevillano se ha identificado siempre con el positivismo y seguramente con muchas de sus actitudes nos ha eximido de la obligación de tener que buscar alguna pequeña calle recoleta de nuestro centro histórico para rotularla y que con su nombre quede guardada para la posteridad. 

Ya sea con corbatas, con alzacuellos o incluso con mitras, en esta vida queda demostrado a diario que tan solo somos simples mortales, y por ello, seres imperfectos, cada uno de un padre y de una madre de los que heredamos el carácter, la empatía y la sonrisa y que casualmente es algo que muchos de los miembros de su rebaño hemos echado a faltar en su ciclo pastoral. 

En esta ciudad de debilidades y de imperfecciones, seguramente todo se hubiese difuminado con que en alguna ocasión nos hubiese agasajado con el gesto gratuito de una  efímera sonrisa, pero ya ve, desde lo que podemos recordar jamás ha sido así.

Le deseamos una larga vida, sosegada y contemplativa, libre de cualquier enfermedad y  exento de preocupaciones, y de corazón pedimos al Altísimo que cuando llegue la hora de rendir cuentas ante Él, sea un momento dulce y rápido. Mientras tanto, aquí en Sevilla muchos de nosotros le recordaremos como aquel Arzobispo que nunca se dignó a obsequiarnos con una sincera sonrisa.

 

  

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