Permitidme que os invite a dar un paseo por el corazón de uno de nuestros barrios. Acompañadme y podréis degustar el amargo sabor de una Sevilla herida, de una ciudad triste, de una urbe de oscuras calles vacías a la caída de la tarde, de rincones que añoran el griterío de los niños, los arrumacos furtivos de los adolescentes rebosando juventud y mostrando la intimidad de sus sentimientos o el lento caminar de nuestros mayores después de tachar, un día más, en el calendario de sus vidas.
Pero nuestra vieja metrópoli es una singular inconformista, jamás se estanca en su punto de confort, jamás tira la toalla ante la adversidad y aprovecha que su alma está tildada, a través de los siglos, como la ciudad de María Santísima, que jamás deja pasar la oportunidad de elevar el espíritu con las pinceladas del pellizco y el "ange" que, tan solo a ella le es posible dar a luz a la sombra de la Giralda para recordarnos que sus hijos siempre serán los llamados a ser los testaferros de las esencias de la alegría.
En el día de ayer, la querida Hermandad de Santa Genoveva, con motivo de su LXXV Aniversario Fundacional y, desde las entrañas de una Parroquia semivacía de cuerpos pero atestada de almas, en las que se encuentran confinados los sentimientos y la razón de ser de los vecinos de un barrio, entreabrió uno de sus portones dejando escapar la imagen de un cartel para que se convirtiese en el maravilloso grito en la pared que dará voz a la celebración de un cumpleaños tan soñado.
Ese pellizco plasmado en tan solo el 114 x 110 de la superficie de una tabla impregnada de oleo, sentimiento y amor, se saltó, como sin darse cuenta, las recomendaciones sanitarias para abrazar, uno por uno, a todos los vecinos del Tiro de Línea.
Sus trazos, de una maestría contundente, afloran tres cuartas partes de siglo de barrio, de vecinos y de Hermandad que se funden en la historia de un antiguo arrabal que dió alimento al ganado de nuestra primitiva feria, que sirvió de banda sonora de cañones en prácticas paridos en la Fundición de San Bernardo, que quiso experimentar el sentimiento republicano y que se fundió entre sí, como pequeñas gotas de mercurio, a compás del Padre Jabato haciendo sonar el vidrio de infinidad de botellas para poder llegar a inseminar en los corazones del vecindario el sueño de que lo importante es trabajar "POR UN MUNDO MEJOR".
Una ventana con los cristales limpios y transparentes como el alma de esta vieja ciudadela y dos miradas que la traspasan desde el reflejo más celestial que hayamos podido llegar a advertir.
El reflejo del rostro sereno de un nazareno que soporta los desalientos de su barrio, de su ciudad y de la humanidad entera, cautivado por las arrugas de la experiencia de una abuela que, atacada por las embestidas de la vida solo aspira a volver a revivir ese íntimo momento asida a un vetusto alféizar el año siguiente.
Barrio y Hermandad..., Hermandad y barrio, vecinos tintados por las nieves de sus sienes que lo escrutan con las pupilas del corazón desbordadas por lágrimas de penas y alegrías acumuladas por tantos y tantos calendarios.
Añoranzas de vías del tren, de cine Almirante de verano, de campo de fútbol tapizado de amarillo albero, de mercado donde la libreta del "apúntamelo hasta que cobre" nunca tuvo prisa, de prolongados negros lutos y costumbres sencillas....
¡¡¡ DE UN BARRIO, MUY BARRIO !!!
Gracias a Fernando Vaquero por el regalo que has ofrecido a una ciudad a la que, a veces, se queda huérfana de ideas y, sobre todo, gracias a la Hermandad del Tiro de Línea por la merced que nos habéis regalado y con la que esta ciudad de María Santísima ha quedado cautivada para siempre por vosotros.
Ojalá, que en los confines de nuestra ciudad, en las entrañas de nuestros barrios, en las almas de nuestras Hermandades arraigue la semilla de un viejo sacerdote que fundió a hermanos con vecinos y a vecinos con hermanos, para que, con ese primer empujón, todos pudiésemos luchar como una piña.
POR UN MUNDO MEJOR
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