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DIOS APLACÓ SU SED CON LA FE DE UN PUEBLO |
Y Sevilla se embriagó de un gran reserva de tan solo 50 años. No tuvo necesidad de exponer un curriculum bañado de siglos de historia, no le hizo falta revestirse de rancio, no tuvo necesidad de querer, a priori, sentar cátedra de nada, pero la realidad es que dió un master class de cómo hay que organizar un acto externo sin extridencias, sin gastos superfluos y sin exageraciones fuera de lugar para que la Sevilla Cofrade se volcase con una bisoña Corporación que cumplía sus bodas de oro y que dejó palpable su buen hacer y su saber estar ciñéndose única y exclusivamente al sentido de la medida.
Un auténtico disfrute para los sentidos en una calurosa tarde Septiembre de una recién nacida estación otoñal, en la que a los que ya peinamos canas, no hizo retrotraernos en el tiempo y visualizar desde nuestro emotivo cajón de la memoria aires de Tamarguillo, momentos de dolor y esperanza en las habitaciones del Hospital de San Juan de Dios y perdones entre lágrimas de los muros de una antigua cárcel donde se pagaban culpas, la mayoría de las veces, inducidas por hambres diarias y necesidades de familias en precario.