martes, 28 de mayo de 2019

LA VERDADERA LÍNEA DE UNA VIDA

EDUARDO GONZÁLEZ LIÑÁN
No llegaremos jamás a acostumbrarnos de las pérdidas de personas que queremos. No han pasado 24 horas de la partida definitiva de un gran mayordomo y el destino nos vuelve a golpear robandonos la presencia entre sus gentes de uno de los padres de nuestra cuadrilla. Los designios del Señor no debemos ponerlos en cuestión, seguro que para el rector de nuestras vidas tiene una explicación necesaria a pesar del dolor que nos produzca.

Pero duele que hombres en el mayor sentido de la palabra, nos dejen huérfanos de su presencia y de su amistad, ampliando los socavones del alma con la ausencia de personas que en todos nosotros han dejado huella.

EDUARDO GONZÁLEZ LIÑÁN ha conseguido horadar un vacio más en las entrañas de su Hermandad de los Gitanos, sin estridencias, sin avisos, sin publicidad, igual que llegó con su costal bajo el brazo en los años 80 para sentar cátedra de humildad, tolerancia y humanidad igualando en la famosa cuarta trabajadera donde el divino Creador sólo igualó a los más grandes. Un palo en el centro de una parihuela que destiló las más finas esencias, el compás más gitano y el espíritu de sacrificio necesario para que el sueño de una incipiente cuadrilla se convirtiese, con el paso de los años, en la cuadrilla que paraba el tiempo, en la ovación de la madrugá, y la espera.....sobre todo la espera.


Eduardo era de pocas palabras y de infinidad de gestos, de apretar la mano en el saludo haciéndolo noble y verdadero, de abrazos medidos y besos contados, pero sobre todo, de actos necesarios, de apoyo incondicional y de ayuda altruista.

Su cabeza, asomada discretamente desde la trasera del paso, dispensaba la misma seguridad que su empuje bajo los palos. Su gesto infundía tranquilidad, su voz templanza y su presencia firmeza como solo los hombres que eligen trazar la línea de su vida sustentándola en el rigor y la verdad sin desviarse ni un ápice de las creencias y los principios de un hombre de bien.

Tubo la dicha de tocar el martillo del Señor de la Salud y los costaleros a sus órdenes el honor de ser mandados por él. Juan Manuel Martín le brindó la oportunidad de actuar como segundo al mando y le respondió como un auténtico primer espada que asume el rol de la briega, respetando al cabeza de cartel porque él se sabía incluido en el propio cartel por su capataz, por sus costaleros y par la propia Hermandad.

Fue querido, respetado y mil veces puesto como ejemplo de hombre de martillo y costal, siempre sabiendo cual era su sitio.

En los últimos años se le quebró la salud y eso le partía su alma, por eso, tanto el Señor de la Salud de su Hermandad de Los Gitanos como el Santísimo Cristo de las Almas de su Hermandad de los Javieres se la repondrán a su entrada por las puertas de la Gloria.

Maestro....si, si maestro. Maestro de elegancia, maestro de amistad, maestro en discrección y catedrático en hombría de bien.

De alpargatas, faja, costal o martillo.......de eso ni hablamos.

Descansa en paz Camarada, tú te marchas, pero todo lo que a tantos has enseñado, eso...eso que a tantos regalastes, nos lo quedamos entre nosotros pidiéndole a Dios que los hayamos podido aprender y tengamos la capacidad de enseñar a nuevas generaciones de la misma manera que tú lo hicistes con todos nosotros.

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