domingo, 14 de febrero de 2021

TANTOS AÑOS DE "PRESTAO"

 A un suspiro del nuevo milenio, un 14 de febrero, un día de los enamorados, los hermanos de Los Gitanos nos echamos a la calle para dar un nuevo paso hacia el futuro de nuestra Institución.

Esa fría mañana invernal de abrigos y bufandas, de nervios e ilusiones, de respeto a nuestras raíces, se fueron transformando en semblantes de rostros felices con tintes de cielos azules inmaculados de la ya cercana y prometedora primavera.

Más de veinte años ya desde aquel día. Cuatro lustros de cambios. Dos decenios donde muchos de los mayores que allí se encontraban presentes han podido disfrutar ya, del merecido premio de ver el verdadero rostro de nuestros Sagrados Titulares, del nacimiento de las blancas canas en las sienes de aquellos jóvenes que lo participaron, y de la insultante juventud que derrochan en la actualidad, todos aquellos pequeños que fueron acompañantes del acontecimiento, paseados en carritos o de las manos de sus progenitores escribiendo una hoja que aún se encontraba en blanco en el transcurso de nuestra historia.


Ese día cumplimos los sueños de tantos y tantos hermanos que procesionaron por las veredas de sus vidas tras esa cruz de guía que fue tallada por la gubia de sueños antiguos y repujada en las oscuras fraguas del compás, de un arrabal en el cauce derecho del río.

Una labor realizada por un grupo de hombres de fe, a los que nunca les dio miedo hacerla patente ante los corazones de sus semejantes y que, a través de los siglos, lo fueron labrando en el alma de los diferentes barrios de los intramuros de la ciudad donde fijaron sus vidas con la provisionalidad de su asentamiento sus formas de ver la vida, sus maneras de querer a la familia, la veneración por sus mayores y el respeto absoluto por las tradiciones heredadas de sus ancestros.

Aromas a canela y clavo, a sudores de viejas fraguas y a barros alfareros que se fueron difuminando por los diferentes rincones de la ciudad y donde consiguieron dejar una imperecedera huella y, con ella, las singulares esencias de una hermandad que, en la incansable búsqueda de su asentamiento definitivo, iba quedándose a perpetuidad en el corazón de todos aquellos vecinos que fuesen sus coetáneos y, por consiguiente, testigos de esos determinados momentos.

Pero hace hoy veintidos años, siguiendo la estela de los reflejos de una vara dorada asida de la mano de Juan Miguel Ortega y rubricada por el impagable acto de amor nacido desde el corazón de un alba de pura nobleza, conseguimos sustituir la rutinaria trashumancia padecida a través de siglos, por la seguridad y el cobijo de un techo definitivo, donde los hermanos de esta Corporación, a semejanza de una contemporánea arca de la alianza, podamos definitivamente custodiar entre sus muros el amor, la fe y las raíces que profesamos a un nazareno con tintes de bronce y a su bendita bata, esa que siempre nos acoge bajo su dulce mirada.

Tantos años de "prestao", tantos años errantes, tantos surcos de vetustas ruedas dejando una huella infinita, haciendo real el milagro de una auténtica catequesis de amor entre dos razas fundidas en la fe hacia nuestros Sagrados Titulares.

Más de dos décadas de la conquista de un sueño errante, ese que vio la luz en un arrabal de la ciudad, a la que se accedía por la senda de los viejos tablones de un puente de barcas y donde confluían el eterno abrazo de dos cavas, y que con el pasar del tiempo, nos ha situado definitivamente a los pies de una romana muralla enclavada en el dintel de la Puerta Osario y de donde los Jardines del Valle le aportan la frescura y el oxígeno de vida suficiente para que perdure inalterable en ese bendito lugar por los siglos de los siglos, para orgullo de dos razas que se han fundido entre sí de por vida y de una ciudad que la quiere y la valora.

Bendito sean todos los soñadores que participaron con su buena voluntad y con su esfuerzo en ese bendito sueño en que se ha convertido nuestra Hermandad de Los Gitanos.



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