En el comienzo de un año como el que acabamos de iniciar, irrumpiendo con fuerza en nuestras vidas y avivado por la desafortunada inercia de todo un gran número de acontecimientos que han dejado profundos arañazos en nuestras almas y, posiblemente, en las de generaciones venideras.
La humanidad, envuelta en desconcierto y desasosiego, intenta encontrar ese halo de esperanza que vuelva a fijar nuestro rumbo en la cotidianeidad de eso que siempre habíamos vivido y que, a pesar de que en su momento lo pudimos incluso llegar a criticar, en este principio de la "nueva normalidad", hemos llegado a saber valorarlo e incluso a añorarlo, de una forma desmedida.
Momentos actuales en los que el Pueblo de Dios tiene que posicionarse como los verdaderos activistas del amor al prójimo y de la caridad infinita. nuestras Hermandades, siempre en la vanguardia de estos menesteres, se vuelcan en regalar alivio a esos semejantes más desfavorecidos en un intento de minimizar las heridas de cuerpos y almas cercanas a la desesperación motivadas por estas épocas de incertidumbre.