domingo, 29 de diciembre de 2019

QUE JAMÁS NOS FALTE EL DON DE LA INOCENCIA

En la mañana de hoy, festividad de San David Rey, los verdaderos reyes de nuestra Hermandad, nuestros niños, han sido los protagonistas de una radiante jornada de un cálido invierno con la que, un año más, han conseguido que los que superamos hace tiempo los límites de la infancia, hayamos podido renovar nuestros votos como aspirantes a poder mantener, como todos nuestros pequeños, la porción que aún conservamos de inocencia de corazón y de la blancura de pureza de nuestras almas.

Nuestro templo inundado de ilusión y colorido desde tempranas horas, anegados de nerviosismos infantiles aparejados a nervios adultos, villancicos espontáneos, sonido de trompetería y tambores, el dulzor de miles de caramelos, chaparrones de confeti, juguetes y felicidad...

Cantidades excepcionales de alegría. En definitiva, una Hermandad en estado puro, llena de vida, totalmente implicada en el acontecimiento que íbamos a vivir y que ansiabamos disfrutar.

Hoy, por las calles de nuestro viejo barrio, hemos conseguido revivir recuerdos de años pasados de nuestras vidas. Hemos podido volver a ser de nuevo niños a través de los ojos de los que, con sus caritas de ilusión y asombro, se encontraban en cualquiera de sus calles, plazas o esquinas. Palmas de agradecimiento desde los balcones engalanados por las canas de la experiencia y la sabiduría de las arrugas de los abuelos que aún residen en nuestras calles. 

Tras el paso de la Real Comitiva iba quedando un rastro de caramelos, papelillos de colores y sonrisa de grandes y pequeños, disfrutando de las tradiciones de nuestra tierra. La imagen del Cartero Real montado en su caballo derrochaba la ilusión por ejercer su cometido. Él, que tanto sabe de cómo igualar a sus hombres cuando se reviste con un austero traje negro, ha conseguido con sus ropajes de gala satinados de vivos colores, igualar los corazones y los sentimientos de nuestra Hermandad de los Gitanos y de los vecinos de la feligresía.

Una igualá perfecta porque todo era perfecto. No faltaba ni un alfiler porque todo el acto se encontraba arropado por nuestros niños y por el rescoldo de los recuerdos infantiles que, en el corazón de los mayores asistentes, aún crepitan con algunas de sus antiguas llamas.

Hoy era la Hermandad que todos soñamos, a la que todos aspiramos. Hoy todo estaba a nuestro gusto, y si algo no lo estaba, no nos hemos dado cuenta, ya que todo lo vivido lo hemos visto a través de esos ojos de la ilusión por los que no miramos durante la mayor parte del año y a los que le debiéramos dar un mayor uso.

Hoy nos hemos sentido orgullosos de una Hermandad que ha conseguido elevar a su máxima exposición los sagrados misterios gozosos de nuestro Santo Rosario. Hoy, acompañados por nuestro bendito barrio al Cartero Real hasta finalizar a las plantas de nuestra Santa Madre y su Divino Hijo, hemos conseguido transformarnos en ese grupo de pastores que, limpios de corazón, los seguimos adorando desde hace más de dos siglos en el mejor Belén viviente nacido de una Hermandad.

Y hemos de tener la seguridad que nuestros Sagrados Titulares, viéndonos ante ellos, han sido felices con nuestra presencia.

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