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EDUARDO GONZÁLEZ LIÑÁN |
Pero duele que hombres en el mayor sentido de la palabra, nos dejen huérfanos de su presencia y de su amistad, ampliando los socavones del alma con la ausencia de personas que en todos nosotros han dejado huella.
EDUARDO GONZÁLEZ LIÑÁN ha conseguido horadar un vacio más en las entrañas de su Hermandad de los Gitanos, sin estridencias, sin avisos, sin publicidad, igual que llegó con su costal bajo el brazo en los años 80 para sentar cátedra de humildad, tolerancia y humanidad igualando en la famosa cuarta trabajadera donde el divino Creador sólo igualó a los más grandes. Un palo en el centro de una parihuela que destiló las más finas esencias, el compás más gitano y el espíritu de sacrificio necesario para que el sueño de una incipiente cuadrilla se convirtiese, con el paso de los años, en la cuadrilla que paraba el tiempo, en la ovación de la madrugá, y la espera.....sobre todo la espera.