En el mes de la Virgen tenía que ser. No podía ser en otro en el que, uno de sus hijos nacidos en las humildes cunas del Callejón Sánchez de Castro y que, durante más de tres décadas, fueron la solidez de sus pasos, los que marcaron el divino compás que el Señor de la Salud fue derrochando a través de tantas y tantas madrugadas de canela y clavo como él pudo vivir.
Nuestro Pablo, un gladiador de la arpillera desde la génesis de la cuadrilla con los temples más flamencos, regaló su impronta bajo la trabajadera, inculcando generoso, entre las nuevas generaciones de costaleros del Señor, los tres pilares fundamentales que siempre, según su propio credo costalero, habrá de necesitar un aspirante para participar del gran honor de estar incluido en esos benditos cuadrantes. Estos serían: