Casi trescientos años de historia consiguen extenderse mucho en el tiempo. Entre sus dilatados días, han trasegado una infinidad de nombres propios y apellidos, correspondientes a toda esa multiplicidad de familias imposibles de ser recordadas en su totalidad, aún sabiendo que todos son merecedores de su singular cuota de responsabilidad en las huellas que fueron quedando grabadas por el camino recorrido.
En nuestra Hermandad Sacramental de Los Gitanos existen cientos de ejemplos como los expuestos anteriormente, y que estamos seguros que sin ellos, jamás nuestra Corporación, hubiese llagado a conseguir las metas en las que actualmente nos desenvolvemos.
Pero en el transcurso de los años, siempre nace una persona que, por sus desvelos, sus ideas y sus ilusionantes aportaciones, consiguen quedar esculpidas en las páginas de la historia de la Hermandad, y sobre todo, en el poso permanente de los recuerdos y de las almas de sus hermanos.
Juan Miguel, que aunque era poseedor de unos apellidos distinguidos, en el momento de su presentación, igual que los grandes toreros o los genios del cante, no tenía la necesidad de hacer uso de ellos, ya que en su Hermandad y en la Sevilla cofrade, él tenía la exclusiva en propiedad de esos nombres.
Juan Miguel solo podía ser Juan Miguel.
Ese gitano de bien, descendiente de las mejores gargantas templadas por viejos cantes de fraguas, llegó a este mundo en una primavera en los amargos principios de una guerra civil que condenaba a la ciudad de Sevilla a recomponerse en su existencia, desde las dificultades y la pobreza, intentando curarse de las cicatrices que le dejaron aquellos años nefastos.
Un visionario desde su juventud, en la que su amor se dividía a partes iguales entre su madre terrenal y la Madre de las Angustias, a la que consagró sus conocimientos, sus esfuerzos y toda su vida.
Él, seguramente tuvo la suerte de que la Reina de las Angustias, en una de sus largas e íntimas charlas mantenidas entre ambos, cuando con el inmaculado de sus manos la cambiaba de ropa, le confesara que había sido elegido para quedar en el alma de todos nosotros y de los hermanos que vendrán a sucedernos, como el gran soñador que nunca dejó de luchar por su sueño, consiguiendo que, después de casi 250 años, la Hermandad establecida en San Román sustituyera una de las antiguas costumbres del pueblo gitano como era esa trashumancia mantenida desde sus más añejos ancestros, para poder disfrutar con el asentamiento final de sus raíces, bajo las sagradas cubiertas de un Santuario, donde poder instaurar a perpetuidad, los umbrales que nos den el paso al mejor manantial de salud y al sagrado balneario donde mitigar nuestras angustias cada vez que lleguemos a las insignes plantas de nuestros Sagrados Titulares.
Hoy se ha cerrado el círculo con su partida. Hoy queda constancia que aquellos sueños atesorados durante sus más de ochenta años, podremos tocarlos para siempre con nuestras manos. Esas disparatadas ideas que salieron de su cabeza quedarán abrazadas a los cimientos de una Hermandad de Los Gitanos, esa que siempre tendrá una deuda de gratitud con su persona y que será, con toda seguridad, satisfecha por los dueños de su fe, a la llegada al destino de su último viaje.
Como todo el que ha tenido que tomar decisiones que afecten a un colectivo, está expuesto a crear opiniones a veces contrapuestas pero, en el caso de Juan Miguel, siempre será recordado por sus hechos y no por sus promesas.
En un grupo humano tan longevo y numeroso como los que han pasado por esta Corporación en el transcurso de su historia, no es necesario la confección de un ranking en el que cuantificar sus cualidades y sus logros, pero si nos viésemos obligados a ello, seguramente, este gitano de bien, estaría ocupando uno de los puestos del podio de los deberes cumplidos.
Los pilares de nuestro Santuario soportarán orgullosos el peso de tu memoria. La firmeza de sus cubiertas mantendrán indemne el brillo de tus apellidos. Y la fortaleza de sus paredes siempre guardarán entre ellas la valentía de tu alma.
Que la fe de tu corazón, Hermano Mayor, haya sido encontrada por ti por los caminos de la Gloria y sea tu disfrute en la vida eterna.
Descansa en paz Hermano Mayor, disfruta hermano Juan Miguel de una merecida Gloria por siempre.
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