
Nuevamente huérfanos, de nuevo desorientados por otro revés asestado en la vida de nuestra Corporación, otro de los cabales, de los de la casa, de los de siempre, se nos ha marchado a disfrutar del verdadero rostro de su fe.
Juan Manuel Jiménez Naranjo no necesita presentación en estas páginas, ya que esto se edita humildemente para los hermanos y devotos de la Hermandad de Los Gitanos y, en estos espacios, no tiene necesidad de entregar currículum alguno, ya que este, lo ha ido plasmando con su trabajo, la fe incondicional a sus Sagrados Titulares y el cariño por sus hermanos durante toda su vida.
Nos ha dejado con la impronta que proyectaba. Con la contundencia de su paso firme, con intensidad de su carácter diligente y con su pertinaz exigencia hacia la vida que siempre desafiaba, con una mirada fija en el horizonte de las soluciones factibles que en todo momento intentaba ofrecer, cuando sus responsabilidades de oficial de Junta se lo demandaban, o desde la singularidad de simple hermano de número, continuamente implicado en el día a día de su Hermandad.