Ayer, festividad de la Virgen del Carmen, el supremo capataz de la Gloria hizo sonar tres veces el martillo del paso de los Cielos antes de llamar a un costalero que presto, esperaba su orden bajo los faldones terrenales.
Su voz sonó a bronce de antiguas Cavas, a calor de viejas fraguas, a frescor de agua reposada en las entrañas de lozas alfareras.
Su eco a esquinas viejas de "madrugás" entre los adoquines de la Puerta Osario, a latir de rampa de vetustas maderas en San Román o a brisas jugueteando entre las espadañas de sus torres.
- ¡"Membri"!
- Dime Maestro
- Esta "levantá" va por ti y por los tuyos. Por ser un peón único en todas las facetas de tu vida, por ser un hijo singular, por ser un esposo amable y un padre excelente, por querer a tus amigos como si se tratase de tu propia familia, por fajarte en la pelea cuando los kilos de la enfermedad te han apretado, por la inconfundible dulzura de tu sonrisa semejante al sutil movimiento de los vuelos de una túnica morada rompiendo la "Madrugá" en las cercanías de los lindes de un palquillo. Por ti y por "to" tu casta que seguro que será la bendita astilla que de un bendito troco como el tuyo se desprendió para conservar la huella de tu legado y de tu esencia permanente en este mundo.
Él ya vino sobradamente preparado para esta última "chicotá" y decidido a que fuese la más importante de su vida.
Se había vestido para la ocasión con un costal blanco con el que durante su medio siglo de existencia le sirvió para poder soportar el peso los desasosiegos de la vida. Una impoluta camiseta en la que brillaba un escudo bordado en el pecho, máximo exponente del orgullo de su pertenencia a la cuadrilla del compás más flamenco, y unas alpargatas de esparto en las que se encontraban esculpidas las huellas de sus firmes pisadas con las que acarició tantas y tantas veces los viejos adoquines cuaresmales de una ciudad milenaria, como la inmensidad de los arenales que sirvieron de senda para acercar el amor de su Gines aljarafeño hasta las plantas de la Reina de las Marismas.
Seguro que las mariposas de la responsabilidad volvieron a revolotear por su estómago, pero el temple y la tranquilidad de su paso por la vida con un trabajo bien hecho por el deber cumplido, y el semblante de la felicidad de su rostro tras la llamada del Creador, quedaban reflejadas en el momento en el que colocó su cerviz sobre la noble madera con la que esculpió su historia, siempre arropado en tan singular trance por el amor y el reconocimiento de todos los que le acompañaron en este mundo.
Tras el "a esta es" y el atronar seco del martillo, metió riñones y tensó sus piernas para que tras la ejecución de una incomparable "levantá" ser llevado hasta los Cielos, donde impacientes, su Domingo, su Antonio López, su "Torta", su "Vaca", su "Camarada", su Pablo Murillo y tantos otros compañeros lo estaban esperando para hacerle entrega del relevo celestial al que todos aspiramos recoger algún día.
El Divino Creador tiró ayer de un peón sublime dejándonos huérfanos de su insustituible presencia, ya que en el paso de la Gloria solo igualan los mejores, donde son muchos los que han sido llamados pero donde solo son igualados los auténticos elegidos, los verdaderos maestros del costal y de la vida, y ayer, festividad de la Virgen del Carmen, el Dios Moreno se llevó para su cuadrilla de elegidos a un auténtico catedrático.
Descansa en paz hermano, disfruta de tu "chicotá" eterna querido Membri, y acuérdate de cuidar de todos nosotros, porque esta, tu familia del compás flamenco, jamás podrá olvidar el sabor, la dulzura y el paladar de un apodo grabado en arpillera que se ajusta a ti como una faja costalera a la cintura del mejor de los peones.
Un beso MEMBRI.
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