En la mañana de hoy, festividad de San David Rey, los verdaderos reyes de nuestra Hermandad, nuestros niños, han sido los protagonistas de una radiante jornada de un cálido invierno con la que, un año más, han conseguido que los que superamos hace tiempo los límites de la infancia, hayamos podido renovar nuestros votos como aspirantes a poder mantener, como todos nuestros pequeños, la porción que aún conservamos de inocencia de corazón y de la blancura de pureza de nuestras almas.
Nuestro templo inundado de ilusión y colorido desde tempranas horas, anegados de nerviosismos infantiles aparejados a nervios adultos, villancicos espontáneos, sonido de trompetería y tambores, el dulzor de miles de caramelos, chaparrones de confeti, juguetes y felicidad...